“Reflexiones y ecos del pasado.”

Un espacio donde los pensamientos se deslizan suaves, entre memorias fugaces y palabras que buscan su propio eco en el tiempo.


Bienvenida a un rincón sin sistema operativo.

Acá no hay intención de brillar ni de enseñar nada.
Sólo el deseo de registrar lo invisible:
un pensamiento que se escurre,
una imagen que parpadea,
una ternura que aparece sin pedir permiso.
Este blog no es un cuaderno ni una bitácora.
Es una pausa.
Un instante detenido entre dos cosas que no sabemos nombrar.
Quizás no dure.
Quizás sí.
Mientras tanto, pasá…
y si ves algo tuyo, llevátelo sin culpa.





Prólogo: El tiempo soy yo

No hay fecha exacta para este comienzo.
Podría ser hoy, ayer, o nunca.
Pero sé que algo se abre.
Un pliegue. Un pliegue más.
Porque estoy hecha de eso:
de pliegues.
De páginas dobladas.
De horas sin número.
De preguntas que solo el viento se animó a contestar.

Este blog no guarda orden ni urgencia.
Es un baúl sin cerradura.
Un espacio de respiración lenta.
Aquí no se archivan recuerdos,
se dejan sueltos, como cabellos en el aire.
Aquí no se expone la vida,
se deja vibrar.

Yo no soy la que cuenta.
Soy la que escucha cómo las palabras se escriben solas.
No me pertenece este texto.
Me atraviesa, me escribe, me borra, me reescribe.
Y si alguien lo lee —alguna vez, en algún siglo—
que sepa que lo hice para eso:
para que algo invisible tenga cuerpo.
Y que ese cuerpo respire.

Este es mi tiempo.
No el del reloj.
No el del calendario.
Este:
el que se acomoda en las teclas
y me dicta al oído
que siga.




Carta a una que fui
(sin nostalgia, sin reproche... solo con vos misma mirándote desde el rabillo del ojo)


Querida Analía-que-se-creía-todo,

No sabés lo que te admiro.
De verdad. Con esa mezcla de desconfianza y ternura que dan las hermanas menores cuando te miran jugar al borde del abismo.

Sos un desastre de intuición con patas,
una arquitecta del deseo sin planos,
una mujer que archivó las instrucciones de la vida en la bolsa de los mandados.
Y aún así... llegaste.

Te pensabas poco, pero eras demasiado.
Te decías torpe, y bailabas entre ruinas.
Te creías invisible, pero el mundo se giraba cada vez que entrabas a una habitación con tu modo de no estar del todo.

A veces me hacés reír.
Con tus planes.
Tus listas.
Tu necesidad de entender antes de sentir.
(Qué hermosa manera de perder el tiempo).

Te escribo porque te quiero.
Porque si no hubieras sido tan vos,
yo no podría ser tan yo ahora.

Con gratitud desordenada,
La que todavía no se termina de inventar
pero ya se siente bastante bien con eso.



Bitácora del instante
(fragmentos fugaces para no guardar, solo mirar y dejar pasar)



La memoria no se guarda, se disuelve

Creí que el recuerdo era un estante.
Una caja. Una etiqueta.
Y no.
Es más bien vapor.
Una fragancia que sale de alguien que pasa corriendo.
Un eco de perfume que no sabés si estaba en la calle o en tu cabeza.

A veces creo recordar algo.
Pero lo que viene no es la escena.
Es el temblor.
Una ráfaga de clima emocional.
Una frase incompleta.
Una mueca del día.

Guardar la memoria es como querer atrapar niebla con una cuchara.

Por eso escribo.
Para que se disuelva,
pero conmigo adentro.




Cuando fui viento y no lo supe

Ese día no pesaba.
No me dolía el cuerpo ni el pasado.
Caminaba sin hacer ruido,
como si los pasos no tocaran la tierra sino la idea de la tierra.
Todo lo que rozaba parecía moverse un poco más, como por impulso invisible.

Me crucé con una señora que buscaba algo en su bolso y, al pasar, la vi encontrarlo.
Vi caer una hoja justo donde mi sombra terminaba.
Una perra me siguió dos cuadras sin motivo y después me abandonó como si ya supiera lo que necesitaba de mí.

Creo que fui viento.
Pero no un viento cualquiera.
Fui ese soplo que no se nota hasta que se va.
Ese que hace volar la cortina y, por un segundo, el mundo parece a punto de revelar un secreto.

No lo supe entonces.
Pero hoy me acuerdo y me digo:
"Tal vez eras aire, y no lo supiste porque nadie te enseñó a flotar."




Inventario de lo que no dije

Nunca lo dije.
Nunca lo dije porque… ¿para qué?
Porque era tarde, porque era mucho,
porque era nada,
porque era voz de adentro que no aprendió a empujar.

Y sin embargo, están acá:
las palabras sin uso,
las sílabas que se quedaron
esperando que el mundo hiciera silencio.




Inventario parcial (porque todo inventario es una trampa):

“No me importa”, cuando en realidad me dolía todo.
“Quedate”, pero el orgullo habló primero.
“Yo también tengo miedo”, pero me había puesto el traje de adulta.
“Estoy cansada de hacerme la fuerte”, pero la costumbre pesa más que la verdad.
“Me gusta cómo me mirás”, pero justo bajaste la mirada.
“No entiendo nada, pero me encanta”, y en cambio fingí saberlo todo.
“No quiero que te vayas”, y te ayudé a hacer las valijas.
“Estoy feliz”, pero no quise espantar la alegría nombrándola.

Esto no es un arrepentimiento.
Es solo una pequeña exhibición de lo callado.
Como un museo de susurros que nunca llegaron a decirse.
Como un espejo empañado donde se intuye una cara.

Y ahora que lo escribo,
lo dije.




Inventario de lo que no dije – Parte II
(versión ilustrada sin dibujos)

• Una coma.
—Sí, una coma. Entre dos palabras que no debían tocarse jamás.
Nunca la puse.
• Un “hola” que se me cayó de la boca justo antes de que alguien se fuera para siempre.
Está bajo la alfombra, creo.
• Un poema que rimaba con tu nombre.
Pero no me animé a que lo escucharas desentonado.
• Tres puntos suspensivos que no usé, por miedo a que esperaras algo de mí.
(…)
• Un bostezo disfrazado de indiferencia.
Era cansancio de tener que fingir desinterés.
• Un “¿me entendés?” que jamás pronuncié,
porque hubiera sido como suplicar con uniforme de dignidad.
• Una carcajada completa que reprimí,
por respeto al silencio de otros.
Ahora cruje dentro de mí, como una galleta sin morder.
• Una confesión escrita en papel higiénico.
La usé para limpiarme una tristeza. Después, la tiré.




Y acá se cierra, por ahora, el archivo de lo no dicho.
Aunque si escuchás bien…
todavía se oye un leve murmullo,
como si las palabras estuvieran esperando
que alguien las pronuncie
en voz de otro.




Días que no existieron (pero igual dejaron marca)
3 de febrero que nunca fue
Ese día me enojé con vos por algo que soñé.
No nos vimos, pero discutimos mentalmente.
Yo gané, claro.

15 de junio inventado
Te escribí una carta con lápiz invisible y la metí en un sobre de viento.
La respuesta todavía no llega. O llegó y no la vi.

9 de octubre alternativo
Cambié de cuerpo por unas horas.
Era una mujer que caminaba lento, comía duraznos y no necesitaba entender nada.

Domingo sin año
Fui feliz sin testigos.
Tan feliz que ni me lo creí.
Por eso no lo anoté en ningún lado.

A veces pienso que los días que no pasaron
fueron los que más me movieron de lugar.




Manual para hablarle a una flor sin que se asuste

1. No te acerques con palabras grandes.
Las flores no entienden de discursos, solo de intenciones suaves.

2. Evitá los halagos exagerados.
Agradecen el silencio con forma de brisa.

3. No esperes respuesta.
La flor habla cuando se inclina o se cierra. Cuando deja de ser o cuando se queda.

4. Si querés contarle algo triste, susurralo desde lejos.
Las flores son empáticas pero frágiles.

5. Nunca le digas que es bella para siempre.
Es una crueldad disfrazada de elogio.

6. Y si alguna vez no sabés qué decirle,
quedate ahí.
Ella sabrá cómo florecer en vos.




Línea de tiempo torcida
1985: Aprendí a reír sin permiso.
2003: Dejé de responder llamadas de la tristeza.
1947: Me encontré en una foto donde todavía no había nacido.
2029: Fui a comprar pan y volví con una idea que me cambió la vida.
Ayer: Lloré porque una nube me recordó a mí misma.
Mañana: Voy a olvidar algo clave. Gracias por no recordármelo.

Nada en orden.
Todo sentido.




Y si después de todo esto alguien preguntara quién soy,
podría responder con una sonrisa torcida que no lo sé,
o que soy todas las que fui y también las que me inventé para no doler tanto.
Una mujer que garabatea su nombre para que no se le borre,
que junta palabras como otros juntan migas,
esperando que algo se alimente con ellas.
Tal vez no sea más que eso:
una Analía cualquiera
que escribe para no irse del todo
y se queda en los bordes,
mirando cómo el día la atraviesa
sin pedirle permiso.



Textos generados por ChatGPT en respuesta a interacciones personalizadas.
Cortesía de OpenAI.
https://openai.com/chatgpt

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